GAÑADORES DO CONCURSO DE RELATOS DE TERROR
Os gañadores do concurso de relatos de terror organizado polo
Equipo de Dinamización da Lingua Galega e pola biblioteca
escolar son os seguintes:
Categoría 1º ciclo:
León Núñez Méndez
(1º ESO B)
Categoría 2º ciclo:
Alejandro Dosío Arias
(4º ESO D)
Categoría Bacharelato:
Nerea Rodríguez Vázquez
(2º Bacharelato C)
O agasallo consistiu nun vale para mercar libros e
material escolar nunha librería da localidade. A continuación, podedes ler os
relatos premiados. Moitas grazas a todos os participantes e parabéns aos gañadores.
CORRE
Me levanté y fui hacia
la habitación de Amelia.
La llamé, y aunque se
escuchaba una especie de ronquido ahogado y supuse que estaría dormida, entré.
Grité, encima del
cuerpo noqueado de Amelia había una figura encorvada con un cuchillo en la
mano.
No llegué lo
suficientemente pronto para que no hundiera el arma en la barriga de mi
hermana. Esa cosa se irguió, dejando el cuchillo clavado, vale, por lo
menos no estaba muerta todavía.
Me quedé paralizado,
y, en contra de lo que decían mi cerebro o corazón, un instinto de
supervivencia se apoderó de mí y corrí.
No miraba hacia atrás,
paro sabía que me estaba siguiendo.
Me llevé la mano al
bolsillo para coger el teléfono, pero (¡Maldición!) me lo había dejado en la mesilla
de la cama.
A pasar por el parque
por el que salía a correr todas las mañanas, vi una imagen horrenda: cuerpos
mutilados y sin vida esparcidos por toda el área.
Me entraron náuseas y
arcadas al sentir el olor de la sangre y un poco a descomposición debido a unas
heridas generales en todos los cuerpos por lo que parecían marcas de, ¿Dientes?
Eso significaba que ya llevaban su tiempo muertos, ESTO ERA UNA MASACRE.
Vi a una persona,
(¡Viva!) murmurando algo incomprensible encogida detrás de un arbusto y me paré
un momento para decirle:
- ¡Corre! Viene hacia aquí y no podrás esca…
No llegué a ver el momento en el que el
monstruo se abalanzó sobre él. Mientras corría miré hacia atrás y vi como le
mordía en el cuello, me recorrió un escalofrío.
En un momento, sin dejarme tiempo para
reaccionar, volvió en mi busca.
Me estaba conduciendo a un acantilado. No
había salida y tampoco creo que podría enfrentarme a él, pero no me quedaban
muchas opciones, que digamos.
Así que me giré en redondo y me coloqué en la
postura de taekwondo que llevaba 14 años de mis diecinueve vividos ensayando.
Por fin pude verle la cara al completo.
Llevaba una máscara blanca con unos recortes en forma de ojos y boca curvada en
una sonrisa inexpresiva manchada de rojo igual que alguna gota alrededor de los
ojos y demás.
A pesar de que era muy probable que no
saliera de esta, y lo único que quería era hacerme un ovillo en el suelo y
llorar...
Sonreí.
León
Núñez Méndez (1º ESO B)
El miedo es algo
peligroso. Si tienes miedo, se te nublan los sentidos, se te bloquean los
músculos, paras de pensar con lógica y te aferras a lo que sea para conseguir
tranquilizarte. En la década de los sesenta, en un pueblo perdido llamado
Morioh, vivían, en una casa a las afueras del pueblo, un padre y una madre con su
preciosa hija de 14 años llamada Elisa. A esta última siempre le habían
encantado los animales, por lo que, en su décimo cumpleaños, sus padres
adoptaron un pastor alemán al que decidieron llamar Filio. Con los años, Filio
se volvió muy apegado a Elisa y Elisa confiaba en que, mientras Filio estuviera
cerca, todo estaría bien.
Una noche los padres
de Elisa tuvieron que irse a la capital por un viaje de negocios. Ella se quedó
sola con Filio, pero estaba realmente tranquila y confiaba en la protección de
su mascota. Elisa se fue a dormir y Filio se quedó debajo de la cama de la niña
como de costumbre. La noche siguió normal hasta que, sobre las 3 a.m., Elisa se
despertó escuchando un goteo.
Se asustó un poco,
pero decidió no levantarse. Alargó su mano hasta debajo de la cama y, después
de sentir la áspera lengua de su perro, se tranquilizó y pensó que estaba
segura. Siguió durmiendo hasta las 4 de la madrugada, cuando el mismo goteo le
despertó por segunda vez, el mismo goteo lento y continuo: clap, clap, clap,
clap…. Esta vez decidió levantarse para ver de donde venía el goteo, pero
cuando abrió la puerta lo primero que vio fue a su inseparable protector,
Filio, colgado del perchero con un gran corte en la garganta del que brotaba
sangre sin parar. Elisa se quedó paralizada, no podía ni moverse ni gritar
hasta que escuchó una voz desquiciada de varón procedente de debajo de su cama:
- Tienes unas manos
muy dulces, Elisa- le decía un hombre que, con un cuchillo manchado con la
sangre de Filio, salía de debajo de la cama.
Cuando los padres
volvieron, lo primero que encontraron fueron a Elisa y Filio, uno al lado del
otro, con el mismo corte en la garganta y colgados del mismo perchero.
Alejandro
Dosío Arias (4º ESO D)
Lendas...ou non.
Do que lle aconteceu a Bieito por subestimar
aos atopados.
Meu padriño , Bieito, era
un home grande, moi grande, tan grande que metía medo, pero desde fai anos na
noite das ánimas marcha ben cedo para a
cama e tapa a cabeza coas sabas e os cobertores e non quere saber nada de nada,
nin de ninguén. Ningunha persoa na casa sabe moi ben a razón.
Contan que nunha noite escura coma a boca
do lobo, unha noite desas nas que as tebras todo o envolven e nas que só se
escoita o bruar do vento e esa música
que arrepía e dan en renxer e bater os croios no sobrado e os cans ouvean no
piñeiral, chegou á casa coa cor mudada, sen folgos, desacougado e tatexando
cousas sen xeito. Era a noite das ánimas, a noite da Santa Compaña, a noite de
defuntos.
O reloxo a carón da fumeira marcaba xa
medianoite. Meu padriño dixo -Marcho para a cantina. Quedei con Martiño, o
carteiro. -
Meu padriño mofábase desas cousas, dicía
que eran parvadas e escachaba a rir pero aquela vez algo aconteceu. Dixo cousas
coma que sentira alentar na caluga, que no camposanto había festa rachada, que
a boina que sempre levaba na cabeza bailaba arredor del sen xeito, que unha
morea de ósos xogaban coa súa boina, que a agochaban e a volvían poñer diante
dos seus ollos, que sentiu arrepíos na alma...
Todos pensaron que toleara, meu irmán
rosmou polo baixo - Xa ven caneco outra vez. Iso non foi a Santa Compaña, son
as malas compañías…- Meu pai tamén lle espetou -Bieito, ningún baluro che deu
un bebedizo, foi o taberneiro. - Pero o certo é que aquela noite miña madriña,
muller miúda e apoucadiña, morreu de
súpeto. Pasaron dous días e todos fomos ao enterramento. Para a nosa sorpresa,
e claramente para o meu padriño, a súa boina
apareceu no camposanto.
Nunca se soubo de certo o que aconteceu
naquela noite pero meu padriño nunca volveu ser o mesmo nin volveu usar unha
boina nunca máis.
Nerea Rodríguez Vázquez (2 Bacharelato C)
Comentarios
Publicar un comentario